En los buenos tiempos, digamos hace 10 años, la protección de datos era sinónimo de tecnologías como el cifrado y la tokenización. Al transformar los datos o hacerlos menos visibles, las empresas podían proteger sus datos y los de sus clientes. Ya no.
Los tiempos han cambiado, y con ellos, también el enfoque de la privacidad de datos. Las nuevas regulaciones se basan en la idea de que los datos pertenecen a las personas, no a las empresas que los recopilan. En lugar de simplemente ocultar los datos, las empresas deben garantizar la rendición de cuentas fundamental a sus empleados y clientes.
Pero ¿cómo pueden las empresas responsabilizarse de sus datos si desconocen qué tienen, dónde están, a quién pertenecen, dónde han estado ni adónde van? Para cumplir con las exigencias actuales y las expectativas de los usuarios, las empresas necesitan replantear por completo la protección de datos.